viernes, 13 de noviembre de 2009

Su fuerza y su debilidad

Internet es un enorme e infinito libro en blanco. Miles de millones de usuarios que entran y dejan constancia de su existencia. Montones de historias tan reales como ficticias, enamoramientos y desengaños, curiosidades y dudas, testimonios, leyendas y relatos fabricados…es un baúl repleto de nombres y anónimos con vidas propias.

Estas narraciones se transmiten de unos a otros. Son de uno para todos. Son íntimas y públicas a la vez. En ocasiones, tanto, que pierden el componente humano por el que germinaron. Se comentan, se encumbran, se censuran. Sólo basta un instante, en que creyéndonos jueces, valoramos a penas sin reflexión todas esas historietas.

Un nuevo hábito que nos deshumaniza, muchas veces. Por ello, hoy os invito a una historia maravillosa (que espero os haga reflexionar antes de opinar) y que no está colgada en la red. Una vida entre tantas que se explica con pocas palabras pero tiene un largo e inacabable recorrido (entrevista en ‘La contra’ de La Vanguardia del lunes 9 de noviembre 2009). Hablo de la vida de Concha Buika.

Concha Buika es una negra que canta aflamencado, una ‘hija’ de Chavela Vargas, una MUJER (en mayúsculas). Afirma estar casada consigo misma (se comprometió a quererse, cuidarse, honrarse y respetarse en la salud y en la enfermedad hasta el día de su muerte). Dio ese paso cuando perdió el miedo a los bofetones de su padre. Tiene 37 años y un hijo de 10. Es autodidacta, aprende de su propia vida.

La vida de Buika se sitúa en ‘un cuento africano poblado de mujeres fuertes que se van legando secretos y que jamás se abandonan las unas a las otras, ni vivas, ni muertas’. Su bisabuela, Bonana, es la única mujer que conoce que se hizo sola (no tiene apellido de hombre), ella le traspasó ‘la confianza en la voz que nunca calla y que nunca se escucha: la voz interior, a través de la que nos comunicamos con nuestras células’. Su abuela, Kitailo, le hizo experimentar ‘una unión muy hermosa a través del silencio (Kitailo no hablaba, sólo cantaba y silbaba). Su madre, Itobelê, la enseñó a confiar, jamás la vio llorando. Su hermana mayor, Yoyo, que nació con ‘la capacidad de construir formas en el aire’ le dejó, a Buika y a cualquiera de nosotros, una lección de vida en el momento en que olvidó la locura social y se fue a la suya propia al manifestar que ‘si no dejáis que mi mundo viva aquí, me voy a vivir dónde vive mi mundo’. Una sabia frase que los labios de un cuerdo nunca podrían llegar a pronunciar.

Buika canta su vida. Si necesita inspiración sólo necesita irse ‘detrás de sus párpados para descubrirse’ y en una de sus introspecciones se ha sentenciado descubriendo que ‘aunque no seamos iguales, somos lo mismo’.

Cómo veis, una entrevista sin desperdicio alguno. Un desnudo en toda regla, un manifiesto de lo que es la vida misma y la sustancia de lo que son las personas. Éste es el legado que ella nos deja y que yo intento apropiarme. Internet no lo tiene todo, AÚN.

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